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lápiz y papel; noche silenciosa; palabras adormecidas; inmensos
sentimientos; tanto que contar y una hoja en blanco; un sueño hecho
realidad; tantos y tantos momentos se desbordan por mi mente y una
imagen…la imagen de esa persona que un lunes de San Benito
compartió junto a mí aquel deseo que tanto anhelaba…mi
abuelo.
Hombre sencillo, una vida a mi lado, aún recuerdo su última
sonrisa. Soñando lo dejé. Se marchó sin avisar dejándome sola con
mi mayor ilusión cumplida. Se que partió en cuerpo, pero no en alma, pues soy consciente de que en este silencio eterno que tengo por
compañero en la soledad de la noche, una estrella me ayuda a
escribir, una estrella que me alumbrará en la senda de este caminar
en todo momento. En estos momentos este calorcito que siento en mi
corazón me dice que estás a mi lado otra vez.
Desde
mi infancia he sido criada en ambiente sambenitero: me enseñaron a
quererle, a tenerle fe, a mirarle con devoción y a rezarle. No
recuerdo la primera vez en la que mis padres me llevaron a tu ermita
ni recuerdo la primera vez que te vi. Aquellas sensaciones son a la
par una nebulosa en mis recuerdos y una de las cosas más importantes
en mi vida.
Quiero
acordarme de aquella primera vez en la que me quedé presa de ti, tan
presa como hoy en día. San benito, me miras y eres capaz de recoger
en tus ojos todas mis sensaciones: mis alegrías, mis tristezas, mis
gozos… siempre anhelaba como cualquier mujer cerreña el hecho de
ser Jamuguera. Un sueño a punto de cumplirse, unos “padres” que
me han dado la oportunidad de llevarlo a cabo, gracias Paco y Andrea.
A veces, no hace falta poseer los mismos rasgos sanguíneos para
demostraros lo que significáis en mí caminar rutinario.
-
Mayordoma:
¿cómo expresar en dos líneas todo lo que siento hacia tu persona?
Fui como tu hija desde pequeña. Me acunabas en tus brazos y me
profesabas tu fe sambenitera. Una mujer con la que compartí y
comparto proyectos e ilusiones; una mujer que me ayudó en tantos
momentos difíciles a seguir y no desfallecer tanto a mí como a mi
familia. Una hermana para mi madre y una madre para nosotras, para
mí y para mi hermana. Una nieta para mi abuelo que en esta noche
sigilosa desde el cielo bendecirá tu romería con fervor y celebrará
en compañía de los tuyos, tu padre, este sueño que tanto hemos
esperado.
-
Mayordomo:
¿qué decir de tu persona? Paquiño,
aún recuerdo ese lunes en el que pronunciaron tu nombre y un
sentimiento inexplicable recorre todo mi ser. Hombre sambenitero
donde los haya ¡con que orgullo portas las bandas de tu Patrón! Un
apoyo incondicional, un padre para nosotras y un hermano para mi
padre.
Son
tantas las palabras de agradecimiento que guardo para los dos que
necesitaría una obra entera y aún seguramente se me quedarían en
el tintero sentimientos difíciles de expresar.
¿Y
cómo olvidar a vuestro hijo Domingo? Hermano sino de sangre, sí
afectivo. Hermano de mi hermana y mío. Siempre juntos.
Gracias,
gracias de corazón por tenerme presente y formar parte de mi
familia. Gracias por hacer realidad mi sueño.
Un
sueño que comienza desde ese Lunes de San Benito ¿y cómo no soñar
en una noche como ésta?
Amanece…
es una fresca y agradable mañana de primavera… parece el comienzo
de un día cualquiera pero no lo es. Se trata de un día especial, un
día que quedará plasmado para siempre en mi vida. Poco a poco, va
sucumbiendo los radiantes rayos del sol. Transcurre el tiempo sin
demora. Todo embulle entremezclándose: zumbidos de cohetes,
murmullo, gentío… un sinfín de personas se ajetrean por las
calles de mi pueblo. El Cerro huele a romería. Llega el Jueves de
Lucimiento. San Benito reclama su pueblo y mi mayordomía engalanada,
en poco, comenzará a vestir sus calles.
Entre
el bullicio, logro escuchar el trinar de golondrinas confundiéndome
con la gaita. Permanezco en silencio. Suena el tambor, suena la
gaita, los sones romeros inundan esos sentimientos aún desconocidos
para mi persona. Continúo en silencio y la imagen de dos personas
suscita en mis sentidos: Lorenzo y José María, mis tíos. ¡Cuántas
romerías de antaño habéis acompañado! ¡Cuántas son las sendas
impregnadas de vuestros sones! , porque el camino evoca, enseña,
habla y ensueña. Mantengo el silencio, ellos me acompañan, ellos
tocan en mi romería.
Gozo
repleto en mi semblante y a lo lejos una Iglesia, la Iglesia de mi
pueblo. Callen.
¡Por
favor, guarden silencio! ¿escuchan?... una voz celestial, con garra,
con dulzura, con sentimiento… mi mayordomía asidua en los primeros
asientos de la Iglesia…un Coro, el Coro de mi Hermandad de San
Benito que en este día canta como nunca. Cierro los ojos, tiembla mi
cuerpo. Una voz recorre mis sentidos y siento un escalofrío cuando
suena desde lejos “volveré” Permanece mi sueño, canta mi
madrina: “mírame
con esos ojos y dime que no es mentira que cualquier sambenitero
dejaría por ti la vida”.
Una vida cantándole a tu pueblo, a tu Patrón; una vida y una voz
que permanecerá por siempre dentro de mí.
Despierto.
Mirada vacía, lágrimas recorren mi rostro. En un instante,
permanezco distante a la realidad. Ya lo decía esa sevillana: “los
sueños son solo sueños”.
Tamboriles que ya no suenan, Coro que canta en silencio… pero se
que ese día me hallaré inmersa en el sueño donde seréis
partícipes de mi alegría, donde tocará Lorenzo y José María los
toques de los bailes y donde María desde el cielo, cantará la misa
romera.
No
puedo terminar sin antes expresar de la forma más elocuente y
efusiva mi más sincero agradecimiento:
A
mis padres. ¿Cómo dar las gracias a los que me han dado la vida? No
hay palabras de agradecimiento para vuestra persona porque todas
serían insignificantes.
Mamá,
gracias por todas tus palabras, por hacer de mí lo que soy hoy en
día, por todos tus momentos de apoyo y gracias por hacer que
permaneciera a mi lado ese ser tan maravilloso, tu padre, que aunque
en este año tan especial nos haya dejado nos acompañará por
siempre en esa preciosa y brillante estrella del firmamento. Gracias
por ello, porque aunque susciten lágrimas y noches en vela, siempre
tendremos que “tirar pa´lante”, como decía mi abuelo, con
alegría. Gracias por las labores que estás realizando para que ese
día de primavera tu hija luzca de Jamuguera.
Papá,
¿qué decir de ti?, si como menciona la sevillana y no hay mejor
descripción, “de
tal palo tal astilla y yo a mi viejo he salío”.
Gracias por tu comprensión, por llevarme siempre por el buen camino,
por enseñarme ser sambenitera. No sabes lo orgullosa que me
encuentro de poder lucir esas puntas que con tanto cariño me has
realizado.
A
mi hermana, que más que una hermana es mi amiga. Confidente de mis
sensaciones, de mis desvelos, de mis sueños. Gracias hermana por
apoyarme en todo momento.
A
mi abuelo Benito, ¡con qué ilusión te quedaste de ver a tu nieta y
a la mayordoma vestida de Jamuguera! Gracias por haber existido,
gracias por haber sido como fuiste, gracias por los recuerdos que me
dejas y gracias por el cariño que me diste. Se que disfrutarás
desde lo más alto conmigo esta experiencia tan añorada.
A
mis mayordomos, por aquello que he mencionado anteriormente; a mi
Mayordomía, porque este año aumentaré mi familia; a mis amigos por
acompañarme en cada momento de mi existencia; a mi abuela, por
enseñarme tantas cosas de la vida; a mi familia porque sois lo más
grande que tengo.
Elevo
mi vista al cielo y pienso en vosotros, mis abuelos, Ana y Agustín y
mi madrina María. Gracias por esos recuerdos que plasman en mi
memoria. Hacia allí va este beso que os envío hacia donde el viento
lo lleve.
Y
entre ese laberinto de sombras, sombreros, volantes y sonidos… lo
que más me gustaría, lo que espero y tanto anhelo es que compartáis
conmigo junto a mi mayordomía mi primer y mayor deseo: ser Jamuguera
de tu romería. Me despido pidiendo a San Benito, con la fe
sambenitera que me han inculcado mis mayores, que nos ampare, que
nos proteja y nos haga gozar de su presencia en cada momento siendo
un año inolvidable.
¡VIVA
SAN BENITO!